viernes, 8 de diciembre de 2006

Con los ojos en blanco

Miras. Vuelves a mirar... y miras de nuevo. Y abandonas cuando ves tras mirar que no ha cambiado, que quizá haya cambiado demasiado. ¿O eres tú? Entonces miras por cuarta vez para no ver que tu línea no se ha movido, tu vida es la misma, y eso no te molesta, te alegra. Pero miras cuatro veces para quitarte de los ojos los deseos frustrados, las promesas compartidas hechas mentiras, todo lo que no es lo que iba a ser. Arrepentimiento. Conciencia, no, gracias. Y levantas la cabeza para demostrarte una vez más que una vez más quedó en un lugar prohibido a los que sueñan. Para mirar al futuro, mirando al miedo. Miras al suelo, y lo mojas del pasado que dejó de mirarte. Miras de una oreja a otra y todo se ha borrado, y alcanzas a tocar sin mirar una sonrisa, el guiño de un ojo... entonces no importa que seas tú, porque si vuelves a mirarle a los ojos, en ese momento dejará de existir. Y miras por último sin pensar en que volverás a mirar cuatro veces... porque has llegado a la quinta mirada.

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