domingo, 19 de agosto de 2007

De preguntas tontas y respuestas, si cabe, más tontas

4: 35 p.m. Suena el teléfono. No lo miro porque sé que es ella, otra vez, otro día. Suspiro y pienso en ignorar que estoy aquí. No puedo. Alargo mi brazo desde la cama a la mesita de noche que se encuentra a mi derecha, cojo el teléfono y contesto:

-¿Si?
-Baja, te estoy esperando.
-Dame unos diez o quince minutos- ruego.
-Joder… Vale, pero date prisa que estoy sola.
-Ok. Hasta ahora.
-Hasta ahora.

Miro al techo, sigue igual de blanco que ayer, quizá más sucio… pero verlo a diario hace que detalles como ese pasen desapercibidos a mis ojos indiferentes. Pobre techo. Pongo mis pies descalzos sobre el suelo y suspiro; quiero estar solo. Cierta inercia me hace levantarme, lavarme la cara, vestirme, etc. Al lector no le importan mis aseos diarios; y en caso contrario, cabe decir que no difieren mucho de los de cualquier otra persona media española. Tiro de la cadena y maldigo el mundo y a la gente que pisa la tierra. Hoy va a ser un buen día…

Bajo en ascensor mientras continúo divagando en mis deseos de excretar sobre el universo entero, entonces se abren las puertas y aparece ella a unos diez metros. Se ha vestido de blanco, odio el blanco. Me sonríe al verme, y me besa en los labios, como quien dice que se va pero se queda, como quienes amenazan al andar hacia atrás. La miro a los ojos con una complicidad que ya no sé si es complicidad o se ha diluido por entero en la apatía. Comenzamos una conversación rutinaria en la que ambos interrogamos sin –al menos por mi parte- interés alguno en las respuestas. Mientras habla y caminamos, pienso en la idea de que me siga queriendo. No, gracias; eso la haría más difícil. Estoy harto de tener que verla a diario por obligación. Si fueran nuestras citas una vez al mes, o incluso cada semana… me apetecería verla con más deseo. ¡Si es que se me han quitado hasta las ganas de follar! Estoy harto, y hoy debe ser un buen día, se lo ordeno, me lo merezco. No espero ni a llegar al bar para decírselo:

-Oye, tenemos que hablar...- la interrumpo mientras diserta acerca de las conversaciones que se dan en la cafetería de su facultad.
-¿Qué pasa?- me pregunta tras clavarme (en sentido literal si de los ojos le salieran rayos láser… esa es una imagen que siempre me ha gustado: si de los ojos, la trayectoria de la mirada, salieran rayos… Bueno, a lo que iba…) la mirada con los ojos muy abiertos (me asusta).
-Pues… Mira Julia, no me voy a andar con rodeos. No puedo seguir contigo. Sé que ahora te sentirás perdida, que se te cae el mundo encima y todas esas cosas que se suelen decir… pero sé que tú eres consciente tanto como yo de que esto, a largo plazo, es lo mejor que podemos hacer.
-Sí, tienes razón.
-¿Si?
-¿A mi me lo preguntas? Eres tú el que ha soltado el monólogo.
-Mmm… Pues… Bien, me alegro de que te lo tomes así.
-Claro. No eres el único que está cansado.
-Bueno, pues vuelvo a casa… aquí no tengo nada ya que hacer.
-¿No vienes al bar?
-No
-Vamos todos los días.
-Ya, pero no me apetece.
-Bien, pues nos veremos.
-Sí, adiós.
-Adiós.

¡Por fin! Me doy la vuelta, vuelvo a casa, me desnudo y me meto en la cama tras encender un cigarrillo. Hacía tiempo que no fumaba uno tan bueno. Antes me parecía interesante; la miraba y deseaba conocerlo todo de ella, ahora sólo veo simplicidad, que no es lo mismo que sencillez. La sencillez es bonita. Ella también, pero es simple. Me entretiene más el techo de esta habitación que ella. Pobre techo, ahora lo miraré más, ahora lo miro con más ganas. Y fumo. Y me rasco allí dónde dicen que si te rascas vas al infierno o te quedas ciego. No quiero quedarme ciego, pero el infierno me es indiferente.

Son las cinco de la tarde de un miércoles cualquiera (como cualquier miércoles), acabo de sentenciar que el infierno no me importa, tras de una vez ser libre, o algo parecido, y como cualquier miércoles (y cualquier día) voy a drogarme hasta perder la noción del tiempo y del espacio que tanto me hacen. Sí, y a ti también.



Y aquí termina la historia, sí. Y hablando de gilipolleces… ¿Quién es el más gilipollas de los dos? (...) Exacto.