jueves, 15 de noviembre de 2007

Monólogo inestable u Oda al hastío

Tengo en una mano, la izquierda, unas monedas de poco valor. Las miro. Me sorprendo de cómo nos cautiva el dinero, nos agarra por los pies. En mi mano izquierda está todo el dinero que tengo. Quizá pudiera comprar unas barras de pan. Pero recuerdo que necesito coger un tren en unos días, o mañana; sí, creo que mañana. Me duele la cabeza, no respiro bien, los músculos de la espalda, los brazos, las piernas… no dejan de dolerme los cabrones, y creo que de un momento a otro vomitaré las vísceras. No está mal, entonces podré emplear las monedas para otro fin, a no ser que también expulse los pulmones… cosa que no dudo si sigo tosiendo así. Esto me hace pensar: ¿es posible que pueda sacarme los pulmones por la boca? O aunque no sea yo quien los saque, ¿que salgan solos? Nunca me gustó la medicina. Está vacía, o tal vez llena; no importa, o sí; sí importa. De acuerdo: no está vacía. Vacío es lo que me provoca. Pero tampoco está llena; aun quedan dudas, hipótesis no demostradas (ni formuladas), cosas que aun no se han conocido, y cosas que no se van a conocer. Que se jodan los que conceden a esta raza algo parecido a la omnipotencia, que se jodan los que “son de la opinión” de que si soy incapaz de conocer (ver, tocar, oler, oír, degustar) “X”, automáticamente “X” no existe. Las paradojas me persiguen. Y entonces vuelvo a mirar las monedas, que ahora están sobre la cama. Son patéticas. Que se jodan ellas también. Jodámonos todos. Que te jodan a ti, y a mí, y a tu vecina a la que te gustaría joder, en la que piensas cuando te pajeas. En esto no hay excepciones querido lector (o escritor. Escritora, perdón): todos estamos jodidos… ¿Dé dónde crees sino que hemos salido? Pero al fin y al cabo no está tan mal. Porque una mañana sin saber por qué extraña conjugación planetaria (o intestinal) te levantas y el café te sale bueno, y sonríes; y la panadera te guiña un ojo (con o sin lujuria), y sonríes; y te apetece cocinar y cocinas, y sonríes; y te gusta que a las cinco de la tarde ese sol cálido (que no quema sino envuelve) te ciegue, y sonríes; y cuando anochece, llegas a casa, te das una ducha, te acomodas en ese sofá, y vuelves a sonreír. No, no está tan mal al fin y al cabo. Pero hoy no sé si el café estaba bueno, no he comprado pan, la cocina no funciona, desde mi casa no veo la puesta de sol, y no he vuelto a casa, obviamente, porque no he salido de ella. ¿Que qué coño te importa todo esto? Tú sabrás, eres uno más de los que estamos jodidos (¿eres humano?), y por tanto nadie te obliga a leer lo que hasta ahora has leído. Si no fuera así, manda a la mierda a ese capullo, y si no lo haces únete a él. Sois la pareja perfecta. Y tranquilo, ya termino; tengo que pensar en cómo coger mañana ese tren ¡Mierda! Las monedas…


(Recuperado del baúl de los recuerdos).

10 comentarios:

María dijo...

Eres cojonuda

María dijo...

Perdón, ovariuda.

Quique dijo...

gracias...

Pau dijo...

Creo que esa peli ya la he visto.

Rodrigo dijo...

me recuerda a bukowski..
es estupido y decepcionante si...aun me quedaban muchas cosas por perder con ella...(que mal se me dan los sentimentalismos...un beso!
por cierto, mejor en tren que en cualquier otro medio a menos que ese sea el barco..

Anónimo dijo...

hola guapa!! hacia tiempo que no me metia por aqui. Cada escrito que leo me gusta mas... i love you
l+m

kuhn dijo...

Ey, soy Anabel. Ya te dije que flipo leyendo tu blog. También te pedí perdón por la vulgaridad del verbo..xD pero vuelvo a usarlo porque no se me ocurre otro.
Ahora entiendo por qué me dijiste que no tuviera miedo; es lo que a veces siente la gente al vislumbrar la imagen de una belleza inaceptable.

Rodrigo dijo...

luego que dices que yo...

Rodrigo dijo...

normal que no lo entiendas...falta todo el principio (lo cual no pondré) puesto que espero que sea parte de algo muchísimo más complejo.

Rodrigo dijo...

seria mejor encuadernarlo no?