viernes, 22 de abril de 2016

Tras la Sombra

Me renuevo sin parar. Mientras me consumo, voy dando calor a cada brizna de hierba, a cada animal, a cada ser vivo sin excepción: acepto que a eso se le llame Amor. Desaparezco y vuelvo cíclicamente. Asimismo, para entrar en mi esplendor, espero de los seres humanos que puedan enterrar su pasado y empezar una nueva vida. Los ayudaré a ello. Allá donde yo brille, disuelvo la duda, entro en los rincones más oscuros del alma y los inundo de mi luz. Impulsados por mi aliento, atravesaréis el río de las pulsiones dementes y, purificados, llegaréis al lugar donde todo crece sin esfuerzo.

Brillo con el corazón de la materia, soy su esplendor secreto, no es nada sin mi. Pero, cuando se me resiste, cuando no me percibe como su fuerza vital, es un cadáver. No dejo de impregnarla con mis gotas de inmortalidad. Para vosotros, hijos míos, engendro sin fin la alegría y la euforia vital. No seáis impermeables a mi luz eterna. Ved cuán bajo es el muro que os separa de mi. Lo he concebido para que todos podáis saltarlo, es un juego de niños. Bajo mis rayos conoceréis el afecto vital, desnudo, sincero. Soy la solución a todas las dificultades.

Soy el ojo puro y, al mismo tiempo, la resonancia del primer grito. Lo que llamáis oscuridad sólo es el olvido de mi luz, de mi amor siempre presente. Anuncio sin parar el final de la noche. Todo lo que no es claro no soy yo. Soy la renovación continua y regeneradora, la que espera toda la vida. Se me llama Sol, pero no tengo nombre, soy el esplendor radiante de la existencia.

Pero, ¿qué soy si nadie me refleja? ¿Cómo puedo ser iluminado si nadie me pone límites? ¿Qué es mi inmortalidad sin el camino de la muerte? ¿Qué es mi eterno presente sin la trampa del tiempo que pasa? ¿Qué son mis semillas de oro sin surcos de tierra en los que hundirse? ¿Qué es mi alimento si nadie lo devora? En verdad, mi amor es en gran parte mi necesidad del otro...


Por eso me reproduzco sin cesar. Multiplico mi energía en infinitos espejos, me vuelvo amante de mis propios hijos. En su alma me busco a mi mismo. Todas las madres del mundo, a las que he fecundado, no hacen sino engendrarme. El niño Sol tiene todos los derechos, cedo esos derechos a la humanidad consciente.  

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